Como una película de ficción, me acerqué y estaba próximo a partir.
Entre la niebla no podía ver más allá de mis narices. A lo lejos se escuchaba el sonido de llamada a abordar. El frío no me dejaba pensar a la vez que el miedo me impedía decidirme a correr. No había conductor ni pasajeros, pero el ruido a muchedumbre era aterrador.
Y comenzó a moverse. Pero… no había rieles hacia delante.
Me paralicé. Mi sangre se detuvo mientras me quedaba atónito observando cómo esta inmensa formación fantasma se perdía entre la espesa niebla de la madrugada.
Tren fantasma
Por Ignacio Larre