Tienes esa bella manera
de transformar mi tiempo en una caricia.
Esa virtud
de encender mis ratos,
encausar mi vida.
La capacidad
de llevarme a ese lugar
que tú solo conoces,
donde puedo encontrarme cuando me pierdo,
guarecerme si apremia el frío.
Y me ves con esos ojos,
y me abrazas con ese ímpetu,
que me haces olvidar los miedos,
reencontrar la calma,
ser de nuevo yo.
Sostienes mi mano
y mi cordura.
Recorres mi piel
rozando mis historias
y secando sus lágrimas.
Calas en lo más hondo,
rompiendo los lazos que me atan.
Y te lanzas a volar conmigo
en busca de otros horizontes,
y nuevos desafíos.
Admirarte es mi disfrute,
en la intimidad de nuestro universo.
Escabullirme en tus labios
besando el susurro de tu sonrisa
y atrapando sueños bajo la almohada.
Y cuando se apagan las luces
quedando solos tú y yo,
anhelo decirte con la piel
lo que mi corazón tiene por contarte
y las palabas no alcanzan.
Cuando las palabras no alcanzan
Por Ignacio Larre