Fantasías de mi vida, imaginación de esperanzas,
ilusión desconocida por un mundo inventado.
Letras escritas en papel de sueños arrugados
que guardo en una botella de utopías y añoranzas.
Cansado de tantas matanzas de segundos olvidados,
arrojo esta carta al mar como niño apasionado:
“Busco a mi alma gemela, que viaje su rumbo conmigo,
que lleve en su corazón deseos de amor divino.
No me importa su belleza, clase social ni riqueza,
solo basta que me quiera con sencillez y franqueza.”
Se extravió en el horizonte, como barco a la deriva,
fiel botella que hallaría de entre tantos, el camino,
con certeza del destino y espíritu aventurero,
dejé al tiempo transitar, pero abiertos mis anhelos.
Cada tarde que moría a orillas del dios Neptuno,
recorría el triste mar, rogando ser oportuno.
Ya cansado de esperar, el tiempo se hizo perverso,
cada letra de esa nota se perdió en el universo.
Una tarde de verano en la playa del recuerdo,
tropecé con una piedra sin creer que fuera cierto.
Un papel resquebrajado que entre la arena dormía,
brillaba en su pequeñez y escrito en sueños decía:
“Soy la mujer que tú buscas, por la que siempre has velado,
regalo esta carta al mar, para que vuelva a tu lado.
Si el futuro es nuestro aliado y el destino nuestra guía,
cuando el tiempo haya llegado nos habremos encontrado.
En la cabaña del monte, dónde el sol siempre se esconde
te esperaré cada día por el resto de mi vida.”
Salí corriendo a su encuentro, maratón despavorida,
la hallé sentada al portal, con la mente adormecida,
vencida por aguardar al hombre que un buen día,
la acompañara al altar y le entregara su vida.
Me arrodillé ante sus ojos, hice de mi alma su abrigo,
y susurrando en su oído la invité a crecer conmigo.
Desde aquel día los dos, caminamos de la mano,
los astros son los testigos del amor que nos juramos.
Hoy la playa del recuerdo no se halla solitaria,
nuestras huellas la consienten, la han marcado para siempre.
La playa del recuerdo
Por Ignacio Larre