Si pudiera por un instante ver más allá de mi propio egoísmo,
hundirme en tus más profundos ocasos,
sentirme en tu más ardiente dolor.
Si fuera posible comprender la voz de tus silencios,
tu mirada escondida,
el clamor de tu piel.
Abrazarte aunque no lo pidas, sabiendo que es lo que más esperas.
Acariciarte con la ilusión de no rozarte el cuerpo,
sino el alma.
Si entendiera, una vez al menos, qué es lo que buscas.
Qué empuja a tu cuerpo más allá de sus límites.
Qué te emociona hasta las lágrimas.
Qué conmueve tus latidos y te mantiene en vilo.
Qué te impulsa a que lo sigas intentado.
Si reaccionara a tu llamado,
respondiendo tus preguntas y no las mías.
Si escuchara lo que intentas decirme,
aunque requiera abrir mi corazón
mucho más que mis oídos.
Si éste fuera el momento, si me atreviera ahora mismo.
Me quedaría a tu lado, sin importar el tiempo.
Te miraría a los ojos, te tomaría de la mano,
y con la ternura de dos palabras
y la profundidad de todo mi ser,
te diría, simplemente,
“Te Quiero”.
Venciendo las distancias
A veces, bastan solo dos palabras para superar abismos de distancias, derribar barreras de diferencias y abrir puertas absurdamente cerradas.
Éste puede ser el momento de atreverse, vencer los orgullos, olvidar rencores y acercarnos a aquella persona a la que tanto apreciamos, más allá de los avatares de la vida.
Te quiero, tan profundo como el corazón, tan simple como dos palabras.
Por Ignacio Larre